Un fisioterapeuta opera el sistema, recopila los datos y está capacitado para garantizar que el sujeto se desempeñe de manera consistente.
Un ingeniero de BioMedical diseña o modifica el sistema, realiza cualquier calibración y construye prototipos de nuevas funciones. Una vez que un sistema está disponible comercialmente, el mantenimiento del sistema sería manejado por un técnico capacitado.
En un entorno clínico, el sistema de análisis de la marcha funciona como una “tostadora”. Está allí para recopilar datos, que el médico revisa para informar la naturaleza y el progreso de cualquier terapia.
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En un entorno de investigación, los ingenieros biomédicos y los fisioterapeutas están trabajando juntos para asegurar mediciones de la marcha precisas y reproducibles, lo que posiblemente amplíe la funcionalidad ‘estándar’ con nuevos sensores y protocolos de ejercicio. Esta es una actividad mucho más colaborativa.
En medicina deportiva, el análisis de la marcha se emplea para ayudar a los atletas a comprender dónde hay ineficiencia y qué comportamientos resultarán en una mayor eficiencia. Esto se suma al ejercicio terapéutico cuando se están recuperando de una lesión o cirugía.